Al amanecer del 16 de julio de 1799, una frondosa costa apareció extendida ante sus ojos. Cuando se aproximaron surgió el castillo de Cumaná, San Antonio, resplandeciendo blanco entre las palmeras. Toda la escena la enmarcaban las montañas que se elevaban entre la bruma matutina: » A las nueve de la mañana- apuntó Humboldt-, cuarenta y un días desde nuestra partida de La Coruña, echamos anclas en el puerto de Cumaná»… Humboldt diría mas tarde que siempre que pensaba en la América española, seria la imagen de Cumaná y sus alrededores lo que aparecería en su mente: ¡ Qué coloridas son las aves, los peces, incluso los cangrejos (azules celeste y amarillos)¡ No hacemos más que corretear de acá para allá como locos, y durante los tres primeros días no éramos capaces de identificar nada en absoluto: nos pasamos la vida desechando una cosa para poder recoger la siguiente. Bonpland me asegura que va a perder la razón si las maravillas no dejan de surgir pronto, { } Lo presiento, voy a ser muy feliz aquí.

Tomado del Libro ALEXANDER VON HUMBOLDT – EL ANHELO POR LO DESCONOCIDO de Maren Meinhardt, Turner, 2019, paginas, 165 – 167.

Foto: José Luis Figueroa Sánchez – 2016

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